Cuando me acerqué y la vi bien, tuve que cubrirme la cara para no ponerme a llorar de la tristeza. Allí estaba sola sobre el caballo maldito, girando, perdida, en el Carrusel de medianoche. Sus cabellos, largos y blancos; sus ojos, rojos como la sangre; su mirada, extraviada en la oscuridad de la noche en un sueño sonámbulo. Pude oír el aire escapar de su boca en forma de un susurro.
"Ayúdame...por favor, ayúdame".
Deja vú.
Temblaba de frío. Necesitaba abrazarla. ¿Qué has hecho, niña tonta? ¿Por qué te has montado en el Carrusel de medianoche? Me acerqué aún más e intenté tomar su mano, pero el Carrusel la alejó de mí con fiereza. El endemoniado caballo fantasma que montaba relinchó en señal de reproche. La vi alejarse e inmediatamente me sentí solo, solo como nunca antes me había sentido.
Y era demasiado tarde.
Esperé y esperé a que volviese a pasar, como un pequeño espera ansioso para agarrar la sortija y reclamar su premio, pero la vuelta fue eterna. La había dejado pasar y ya no volvería a verla jamás. Caí de rodillas al suelo mirando al vacío cielo nocturno, ¿Acaso la luna y las estrellas también me odiaban? ¿Qué había sido lo que la había hecho montarse en el Carrusel de medianoche?
Y entonces recordé mis últimas palabras.
Resonaron en mi cabeza como si alguien las hubiese gritado en mis oídos. No podía ser eso. No podía serlo. Eso no. No, ¡Por Dios, no! ¡No! ¡NO! ¡MALDITA SEA, no! Por favor, no…
Eso no.
No.
La sal de mis lágrimas ardió como fuego en mis ojos y deseé profundamente estar muerto. Mi verdad, tal vez la única que había dicho jamás, nos había condenado. Y escuché su voz a mis espaldas, un sonido que hizo que mi alma se quebrara y abandonara mi cuerpo.
“Desearía saber que quisiste decir antes de dejarme a mi merced acompañada sólo por el eco de tu voz…”
El Carrusel se había detenido. Lloré como nunca antes lo había hecho.
“Escucha…”
Tomó mi mano y la puso sobre su pecho. El silencio taladró mis sentidos.
Y el Carrusel volvió a girar para alejarla de mí, pero yo tiré de su brazo y la arranqué de la montura del caballo maldito. Al caer al suelo su mirada volvió a cobrar vida, como si hubiese despertado de un sueño de antaño.
“Jamás volveré a dejarte ir”.
Y bailamos abrazados al compás de la enfurecida melodía fúnebre del Carrusel de medianoche.
lunes, 22 de junio de 2009
El carrusel de medianoche
Soñado o imaginado por
Tenebroso Lucas
En el siguiente momento de la vida:
6/22/2009 06:11:00 p. m.
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Palabras clave de Sol:
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