El viento asía sus largos y dorados cabellos, ¡Oh, tan suavemente! Casi tanto como si de infantes indefensos ansiosos de conciliar un sueño mudo cada uno de ellos se tratase. Y ella que ni lo sentía. Estaba demasiado ocupada, perdida dentro de los laberintos de su mente como para notar la delicada seducción que el viento pretendía. Y aún así insistía, pero el viento es sólo viento y nada más. Una y mil veces intentó ella abrir sus ojos en vano. Si no estaban cosidos, estaban soldados sus párpados a su cara. Y eso era no más que un mero mecanismo de defensa de su ser para evitar que los demonios y fantasmas la atacaran en su mente mientras la realidad distraía a sus efímeros y humanos sentidos. Después de todo, como algún sabio habrá dicho, más terribles son los males que oxidan el alma que los que flagelan al cuerpo. Y tanta más verdad había eso que en la verdad más intrínseca y pura. Pero, ¿Y que hay de ella? Los vivos hilos de oro que llovían sobre su cara y sus párpados sellados por la magia más antigua. Y sin embargo corría y escapaba. Dentro de su cabeza, pero lo hacía. Todo el tiempo. Y su morada siendo aquella en donde residen los diezmados de la vida, debía de ser precavida. ¡¿Pero que precavida, ni que ocho cuartos?! ¡Si mucho más segura se hallaba apoyando su cuerpo y su cabeza sobre un epitafio que sobre el hombro de algún lunático! Y es que los muertos descansan en paz y los vivos se cansan en guerra. Es a los vivos a quienes hay que temer y por ello allí su cuerpo reposaba, calmo aunque albergador de terribles víctimas y atacantes, con la mano de algún fallecido anónimo, inmóvil, rozándole el brazo.
Y, ¡Ay del que la escuchara! ¡Si sus gemidos de desasosiego y pánico perturbarían la conciencia del más cuerdo! Corre, corre, bella niña, si correr quisieras, aunque jamás escaparás…. ¡Porque no puedes escapar de ti misma! A no ser, por supuesto, que abras tus ojos sellados. ¿Y de qué monstruos escapas? ¿De que terribles tragedias huyes? ¿De que horrores te alejas? Si todo esta en tu mente y sólo allí. Calla, bella niña, cesa tus gemidos y tu temblar, que mucho turbas el sueño del fallecido, aunque sus muecas no lo delaten ni su cuerpo haga seña alguna.
¡Cómo se tuerce y se retuerce! ¡Cómo se agita su respiración! ¡Cómo se frunce su seño y luchan sus ojos por abrirse! Y proviniendo desde su mismísima esencia, su grito cruzó el cielo y atravesó el mundo. Un grito desquiciante y aterrador. Un grito lo suficientemente fuerte como para despertar a los muertos.
Teme ahora, niña ingenua, y teme realmente, que ya no son fantasía tus demonios ni meros sueños tus pesadillas. Escucha, ya que ver no puedes, cómo la mano que a tu lado hay se cierra, cómo las puertas de los mausoleos se abren, cómo no resuena el latir de ningún corazón en los vacíos agujeros de sus pechos; escucha el silencio sepulcral de sus abiertos y vacíos sepulcros, y óyelos caminar hacia ti, ¡Oh, indefensa imprudente!, con sus pasos irregulares, sus muñecas sin pulso y su pútrido olor. Todavía estas a tiempo, ¡Abre los ojos y sálvate a ti misma! ¡O corre hacia tu salvador que, hincado, de abiertos brazos y espada en mano para combatir a los que daño quisieran hacerte, espera, firme, tu llegada! ¿Cómo es que osaste perturbar el pacífico descanso de los difuntos, tu, una simple humana y sólo por el terror que te has tenido a ti misma? Ahora, intenta conservarte indemne, y ruega a Dios por tu alma, si abrir los ojos para ver tu salvación no pudieres, porque el infierno te reclama y los muertos han venido a buscarte….
jueves, 2 de octubre de 2008
Monstruos
Soñado o imaginado por
Tenebroso Lucas
En el siguiente momento de la vida:
10/02/2008 01:10:00 a. m.


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1 comentario:
Luquitas :) todo hermoso como siempre! :D te quiero nenito lindo, suerte en los parciales
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