viernes, 28 de noviembre de 2008

Elementos

Viento

¡Oh, amante átona, nocturna, que acaricia los rojos y los azules!, tus silbidos resuenan, armonizándose con los grises y los negros, y me abrazan cuando nadie más lo hace; no te vayas nunca más.
Llena mis pulmones, ¡Oh, ente divino! ¡Usa tus brazos que sostienen a las estrellas en lo alto para estrecharme y asfixiarme, para fundirte con mi alma!
Y no te vayas. Jamás.
¡Pero es que tus pasos resuenan en los callejones del otoño con ese ruido a imperio y ese sabor a despedida muda, y no me dejan dormir!
Amánsate, duerme, bestia pasional; arrodíllate ante mis pies, mesmerizada por los suspiros de mi desdicha; muere en mis brazos, pero calla.
Calla, ¡Te lo suplico! ¡Calla!
¿Por qué es que me amas de mentira y luego suspiras con tu aliento lunar en el oído, en la nuca de alguien más?
Si no somos dos, entonces calla.
¡Calla, maldita sea!
Pero no te vayas jamás...



Agua

¡Oh, amante dulce, oriunda de los cirros y los cúmulos!, ¿Por qué es que me acaricias tan suavemente?
¿Cómo es que te escurres por mi espalda, cual escalofrío de reencuentro, para morir en mis pies, en el suelo de losa azulina?
Y llueves, tan inocente, sobre mis cabellos de hilo azabache, arrullando mis mejillas; y mis ojos se reflejan en el infinito de tus gotas; el marrón de mis iris te invade, te profana, ¡Y tú tan pura!
Mi cuerpo, desnudo, abraza a tu esencia y se limpia de todo pecado, ¡Oh, agua divina! Y llueves sobre mí, ardiendo, con tanta pasión, que por poco te veo vapor; y ruego no te me hagas cristal entre los dedos y te resbales, blanquecina, como arena arisca, escapándote de mis abrazos y de mi amor de navegante.
Yo tan burdo, ¡Y tú tan pura!
¡Pero espera! ¡No tan rápido! ¡Que ya brillo pero todavía te quiero! ¿Por qué es que corres por mi piel, color nieve de tu esencia, y me abandonas refugiándote en la oscuridad del drenaje, hedionda morada de los desechos de los impuros?
Tú, tan pura...
Tal vez tu llover sobre mi espalda, mi llover sobre tu pecho; nuestro llover boreal nos delató.
¿Acaso vienen a cazarnos? A ajusticiarnos por herejes, amantes descuidados...
Pero ya te extraño, ángel de las nubes, rumor de los cielos acrílicos que lloran.
Extraño tu caricia, extraño tu murmullo y te extraño... ¡Tan pura!



Fuego

¡Oh, amante insaciable, bailarina de los tormentos! ¿Por qué es que quema tu contacto pero entibia tu caricia?
Ninfa maldita del deseo, ¿Cómo es que te burlas así de tus amantes urgentes y tus enamorados honestos, con tu distancia mordaz e inapelable?
¡Maldición irremediable la que disfrazan tus velos de ramera árabe! La necrosis de tus jeques: los que ceden, carbonizados; los que esperan, corroídos por el tiempo.
Y es que satirizas a las arenas con tu danza de seducción enfermiza y te vuelves loca cuando te enfrentas con los otros tres; te sacudes con violencia intentando hacer tuyo todo lo que tocas.
Y todo lo material se te une, ¡Feliz de ti, maldita!, pero todo lo humano se destruye, ¡Pobre de ti, maldita! Pobre de ti...tan sola, tan perdida...
Ardes en tu cristal rojo, con tu azul tranquilo y tu naranja agresivo; y el aire te mantiene viva. ¡Pobre de ti! ¡Tan sola, tan perdida!
La amante prohibida, tan pobre, tan corroída...



Tierra

¡Oh, amante sabia, habitación del mundo, envidia del universo! ¡Morada de los muertos, alfa y omega!
Tan magna, tan conocedora, ciega a los rojos, imposible de engañar. La amante prohibida no te tienta, la amante dulce te alimenta, la amante átona te suspende.
¡Oh, madre de todas las cosas! ¡Es que amarte me avergüenza! Tan sagrada, ¡Tan perfecta!
Tu furia es la que tiembla; tus nubes, las de polvo y arena.
Frente a ti me postro... ¡Hermana del tiempo! ¡Tan antigua y tan fresca!



Tiempo

¡Oh, amante cruel, jueza impertérrita del destino! Las arenas que se deslizan por el transparente vidrio, no perdona ni acaricia.
¡Amante celosa, amante fría! Desmenuzas el alma mía con el desliz de tus agujas, con el peso de tus granos, tentados por la gravedad a dejarse caer en el abismo que define la mortalidad.
¡Amante dormida, amante maestra! ¿Quién sino tú para enseñarme la vida en unas líneas de nada, garabateadas sobre la tapa del baúl más secreto de mi mente?
¿Quién sino tú para golpearme con tu puño de despertar? ¡Dime! ¿Quién sino tú, la enemiga más acérrima de Apolo?
¡Amante egoísta, amante traviesa! ¡Sueña mi vida y no dejes que me torne pesadilla!
Y cuando abras los ojos,
Todo se termina...

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