Negro.
Una expresión sombría.
-Somos los juguetes del destino.
Una expresión resignada.
-Lo sé.
Una mirada fulminante.
-Dispara.
Una mirada cobarde.
-¿De qué hablas?
Unos ojos entrecerrados.
-Vamos, hazlo ya. Dispara.
Azul de Prusia.
Uno ojos temerosos.
-¿Lo sabes?
Un movimiento de cabeza.
-¿Saber qué?
Un ceño fruncido.
-¿Entonces?
Intensidad que crece.
-Dispara.
Un intento fallido.
-¿Qué es lo que te pasa?
Una corta pausa.
-Dispara.
Una pausa larga.
-Estoy embarazada.
Silencio.
El sonido de la voz anterior.
-Lo siento.
Rojo.
Un ademán furioso.
-¡Mentira!
Un vacío en el alma.
-Lo siento.
Largo pelo rojizo.
-¿Por qué?
Largo pelo castaño.
-Cometí un error.
Una grave voz femenina.
-Imperdonable.
Una suave voz de mujer.
-Te amo.
Una amarga advertencia.
-Calla.
Blanco.
Una propuesta.
-Cásate conmigo.
Perplejidad.
-¿Qué locuras dices?
Una verdad.
-Te amo.
Una mentira.
-Yo no.
Añil.
Dolor y silencio.
Una respiración cortada.
Prosigue la voz grave.
-¿De quién es?
Un latido de corazón.
-Nuestro.
Indignación.
-¿Pero que dices, niña?
Unos ojos cerrados.
-Lo que oyes, niña.
Escarlata.
Ira.
-¡No me mientas! ¡No me mientas!
Calma resignada.
-Entiende.
Perplejidad.
-¿Que entienda?
Unos pasos hacia delante.
-Entiende.
Gris.
-Pides demasiado.
Una lagrima.
-Te amo.
Un silencio.
Un movimiento en cámara lenta.
Amarillo.
-Yo también.
Un abrazo profundo.
-Lo siento.
Un beso en la frente.
-Yo también.
Ocre.
Sangre que se vuelve plata.
-Por favor, no.
Una media vuelta.
-Lo siento.
Otra lágrima.
Un adiós murmurado.
Y el Caos Azul Petróleo que consume la mente e inunda la habitación.
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