Estoy sentado en un banco emplazado en el medio de la nada. Sólo se oye el viento y el suave vaivén de las olas en la lejanía. El agua salada que acaricia las piedras minerales, y…. ¡Todo es tan hermoso! Los arrumacos que le hace el sol al verde pasto bajo mis pies son casi los que se harían dos amantes enamorados. Hay sólo vestigios de una especie de algodón blanco decorando el cielo, en lo que parece el paisaje más hermoso del más hábil pintor de todos los tiempos, con sus óleos vívidos como si no plasmara color sino poesía. Y mi pecho tan lleno de algo….un algo tan inexplicable como la nada misma. Me vienen ganas de llorar pero me las aguanto, no quiero despertarte. Porque sí, lo más hermoso de la escena no es ni el cielo, ni el viento, ni las nubes, ni el sonido de las olas, ni los óleos color sueño; lo más hermoso de la escena es tu cabeza apoyada contra mi hombro, tu respirar casi imperceptible, que silba una melodía muda en Sol Mayor contra mí brazo. Y el más ligero movimiento te despertaría, es por eso que ni siquiera quiero respirar, ni quiero llorar, ni quiero reír, no, así es todo tan perfecto. Tampoco se escucha el cantar de los pájaros, ni el chirriar de los grillos, ni el relinchar de un caballo. Nada. Porque sólo somos nosotros dos. Tu cabeza sobre mi hombro y mis ganas de llorar; mis ganas de desintegrarme para dejar a mi alma volar libre y fundirse para siempre con la escena. Ni un latido está de más. Mi corazón empieza a querer abandonar mi cuerpo. Ya nada importa, ¿Qué puede importar? Siento que incluso todo este palabrerío estúpido está de más. El mundo y su miseria, sus sonidos y sus palabras desaparecen hasta del inconsciente. Pero quiero verte sonreír. Quiero escuchar tu voz, no puedo evitarlo, quiero ver tus ojos….
Entonces me muevo apenas, de una manera que sólo tus átomos podrían percibir, y tus ojos se abren lentamente. Te sonrío, me sonreís. Y, desperezándote, volvés a apoyar tu cabeza sobre mi hombro, sin volver a cerrar los ojos. Y tan solo eso. Así por meses, tal vez años. Ni una caricia, ni un beso, ni una palabra, ni siquiera otro intercambio de miradas….nada….gracias al cielo, todas esas estupideces no existen acá donde estamos.
Y, de repente, las luces se apagan de súbitamente. Escucho un murmullo lejano de personas hablando y el rugir de algún vehículo. Veo números color escarlata y mi alma rompe a llorar, gritando como yo jamás podría. Grita porque un nuevo día en el infierno ha comenzado y allí jamás habrá lugar para los sueños….
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